Recuerdo el primer día que me llevaron al kínder, allá en la colonia Los Lirios, en Acapulco, precisamente a unas cuantas casas del lugar donde nací. El Kínder estaba construido de madera de palma, con techo de hojas de palma también, tipo cabaña. El diseño no era precisamente para hacerlo parecer atractivo, estaba diseñado así por las carencias existentes en esa época. El piso era de tierra y los pupitres, bueno, no había pupitres.
Ahí inicio todo para mí.
Ayer, 18 de Agosto del 2014, mi hijo Sebastián inicio su camino. Ayer asistió por primera vez a la escuela, al pre-kínder. Atrás quedaron los tiempos de la escuela con piso de tierra y techo de palma, en esta escuela tienen todo. Era tanta su emoción que desde unas horas antes ya estaba listo y quería irse ya a la escuela. Por un par de horas anduvo en la casa con la mochila a la espalda pues ya quería irse a estudiar. A diferencia de muchos padres cuando llevan por primera vez a sus hijos a la escuela, mi esposa y yo no pensábamos que iba a llorar al quedarse con gente extraña en un lugar extraño para él, al contrario, era un sentimiento de orgullo mezclado con tristeza al darnos cuenta que nuestro hijo va creciendo y aunque parezca que faltan muchos anos, en algún momento será totalmente independiente y dejara la casa. Con eso en mente, decidimos disfrutarlo mientras ese momento llega.
A la salida de la escuela cuando le preguntamos cómo le fue nos damos cuenta que su actitud es diferente; ha cambiado! Tiene solo 3 años pero nos contesta con un aire de presunción como diciéndonos “ya estoy grande, fui a la escuela”. Dice que un niño le quiso pegar pero que no tenía mucha fuerza, que hay muchas niñas pero solo una es bonita, que su maestra le parece “como hombre” (no me pregunten qué quiso decir) y que la comida que le dieron estaba deliciosa.
Su primer día en la escuela fue inolvidable y quiere regresar.
Es cierto, mi hijo está creciendo, está madurando, pero para nosotros seguirá siendo la razón principal por la cual nos levantamos todos los días con la certeza de que el esfuerzo vale la pena.